sábado, 31 de marzo de 2007

Impase en el Frente del Este: Desenlace

Tal como lo había prometido, aquí está el desenlace de mi segundo relato.
Disfrútenlo.

Luego de que el último proyectil explotó, Sergheî oyó un ruido detrás suyo, y se lanzó hacia la fuente de este con el cuchillo en la mano. “¡Muere, maldito zorro nazi!”. El cuchillo iba dirigido hacia el cuello de Franz, -“Dios mío, este es el fin del viaje”- pero el zorro rápidamente puso su pistola-ametralladora en posición de tiro. Sergheî no se percató del movimiento, y continuó avanzando hacia Franz hasta que sintió el cañón de la pistola ametralladora golpeándole el hígado. “¡Na ciorti! (¡Demonios!)”. Franz estaba a punto de apretar el gatillo, cuando la punta del cuchillo que iba dirigido hacia su cuello se detuvo instantáneamente sobre su nuez de Adán. “¡Grosse scheisse! (¡Remierda!)”.

Sergheî miró hacia abajo, y vio el cañón de la pistola-ametralladora presionando sobre su hígado. Lo mismo hizo Franz, y vio el brazo, la mano y una parte del cuchillo. Ambos soldados se quedaron en esta posición por 5 minutos, que para ellos fueron 5 siglos. Luego, Franz trató de hablar con el soldado ruso:

-¿Sprachen sie Deutsche? (¿Hablas alemán?).

Sergheî meneó la cabeza, y dijo:

-¿Ghermanski soldat gavarit pa russki? (¿El soldado alemán habla ruso?).

De pronto, Franz recordó las clases de ruso que tomó con Dieter, y comenzó a hablar en ruso con un ligero acento alemán:

-Sí, hablo ruso. Mira, estamos en una posición incómoda. ¿Por qué no hacemos una tregua y resolvemos nuestros problemas como seres civilizados?
-¿Cómo puedo confiar en ti? Tú eres un miembro del Waffen SS - dijo Sergheî.
-¿Puedes olvidar por un segundo toda la propaganda sobre nosotros, por favor? Yo no soy el criminal sanguinario que mata a todo lo que se cruza en su camino.
Si no te has fijado en mi uniforme, yo no llevo el águila alemana. Eso indica que pertenezco a una unidad disciplinaria.
-¿Una unidad disciplinaria? ¡Vaya coincidencia, yo también estoy en una unidad de este tipo!
-¿Ves? Estamos en la misma cuestión, pero en lados opuestos. Te aviso que yo no peleo por el Reich y todas las cagadas que cuenta ese maldito bastardo llamado Hitler.
Yo me enrolé en el ejército porque quería conocer el mundo, pero la guerra estalló y fui acusado de cobardía hacia el enemigo durante la campaña polaca.
Para escapar de la Corte Marcial, mis amigos y yo aceptamos ser transformados en animales, creyendo que así nos ganaríamos una sentencia menos áspera.
Pero la sentencia fue cambiada a volver al frente, y esto es bastante áspero para mí. Mi única esperanza es que esta guerra se termine lo mas pronto posible,
y que pueda volver a Alemania con mi novia y mis padres. Eso es lo único por lo cual lucho.
-Bueno, yo era un Teniente en el Ejército Rojo hasta que ese hijo de puta llamado Stalin se puso paranoico y empezó a matar y encarcelar a los mejores oficiales que tuvo alguna vez el Ejército Rojo.
Yo fui deportado a un Gulag de Siberia. ¿Sabes qué es un Gulag? ¡Es el infierno en la tierra! Un terreno cercado con alambre de púas y con torres de observación, unas cuantas cabañas llenas con 50 personas o más,
frío glacial, congelamiento, tortura, trabajo forzado, enfermedades, piojos, ejecuciones arbitrarias por cualquier motivo... No puedo continuar narrando todos lo horrores que vi allí...
Pero un día, un Coronel del Ejército Rojo llegó a este lugar olvidado de Dios y nos ofreció a mis amigos y a mí la libertad a cambio de ser transformados en animales.
Todos aceptamos el trato, porque era nuestra última oportunidad de salir de ese infierno, y luego del experimento, fuimos enviados a luchar contra ustedes.
Mi última esperanza es que esta guerra termine de una vez por todas, y volver a Leningrado con mi esposa y mi hija. Por eso yo lucho, no por la Unión Soviética y todas las mentiras que cuenta Stalin
-Tu historia es bastante similar a la mía. ¿Ahora puedes confiar en mí?
-Una pregunta más antes de hacer la tregua: ¿Tú eres la única persona de tu unidad que piensa así, o todos tus camaradas tienen la misma opinión?
-¿Podrías creer que hasta el Teniente que está al mando tiene la misma opinión?
-¡Increíble! Y hasta hoy creía que todos los soldados alemanes lucharían hasta el último cartucho por las ideas de ese maníaco sanguinario de Hitler...
-Yo también creía lo mismo sobre los soldados rusos, hasta que oí tu historia. Bueno, hagamos la tregua.
-¿Y como procedemos?
-Para comenzar, dejemos las armas al mismo tiempo.
-Okay, aquí vamos.

Lenta y cuidadosamente, ambos soldados empezaron a bajar sus armas.
Franz dejó su pistola-ametralladora colgando de su hombro derecho, al mismo tiempo que Sergheî bajaba su brazo. Luego, el zorro se echó la pistola-ametralladora a la espalda, y el lobo guardó el cuchillo en su bota derecha.
Entonces Franz dijo:

-Ahora podemos volver en una pieza a nuestras unidades. Sobre este encuentro, jamás tuvo lugar.
-¡Un momento! ¿Qué hay de nuestras misiones? Nuestros superiores nos pedirán un reporte de ellas, y nosotros no las hemos cumplido.
-¡Tienes razón! Tenemos que inventar alguna historia sobre lo que vimos aquí.

Franz y Sergheî se sentaron en el suelo, y empezaron a pensar. De pronto, el lobo dijo:

-¡Ya sé! -dijo Sergheî- ¿Qué te parece si les contamos a nuestros superiores que no encontramos ningún rastro de tropas enemigas en el pueblo?
-Me parece bien -dijo Franz- Oye, antes de irnos, no quisieras intercambiar unas cuantos artículos conmigo?
-Pero esto podría destramar nuestras historias.
-No te preocupes por eso. Solo diles que los encontraste por allí en el pueblo, y estoy seguro que será suficiente.
-Si, intercambiemos.

Franz y Sergheî empezaron a buscar en sus uniformes artículos para intercambiar. El zorro sacó de los bolsillos de su chaquetón una barra de chocolate, un paquete de cigarrillos y una pequeña botella de schnapps.
El lobo sacó de su morral una bolsita de cuero llena de mahorka (tabaco negro ruso), un trozo de queque con nueces y una pequeña botella de vodka.
Ambos soldados pusieron sus mercaderías en frente de ellos, y comenzó el intercambio:

-Mi chocolate por tu queque con nueces -dijo Franz, luego de arrancar la etiqueta de papel que rodeaba al papel de aluminio.
-Vale. Toma el queque -dijo Sergheî mientras le pasaba el queque a Franz y recibía la barra de chocolate.
-Mi mahorka por tus cigarrillos.
-Vale. Esta mahorka hará las delicias de Dieter.

Franz vació toda la mahorka en su pañuelo, el cual lo ató como una bolsita.
Descargó el tabaco de los cigarrillos en la bolsita de cuero de Sergheî con la ayuda de un pequeño trozo de alambre que encontró en uno de sus bolsillos.

-Mi vodka por tu schnapps -dijo Sergheî mientras le pasaba la botella a Franz.
-Vale. Espera un poco a que rasguñe la etiqueta de mi botella de schnapps.

Franz rápidamente rasgó el papel con sus garras, y le dio la botella a Sergheî. Cuando el intercambio terminó, ambos soldados se levantaron y se dieron la mano:

-Ahora podemos volver a nuestras unidades -dijo Sergheî.
-Tienes razón -dijo Franz-. Ahora tengo una historia que contar a mis hijos y a mis nietos.
-Yo también. A propósito, ¿cuál es tú nombre?
-Me llamo Franz Fuchs, y soy de Berlín.
-Yo soy Sergheî Volkovich, de Leningrado.
-Gusto en conocerte, Sergheî.
-Igual yo, Franz.

Los dos soldados se dieron la mano otra vez, y continuaron conversando:

-Yo me voy a quedar aquí un rato más para cortar un poco más de carne de caballo -dijo Sergheî- ¿Quieres un poco?
-Sí, es el ingrediente principal para un plato que comí durante la campaña francesa.

Sergheî y Franz se arrodillaron delante del caballo muerto, y empezaron a cortar la carne.
Cuando terminaron, el morral de Sergheî y el estuche de la máscara antigás de Franz estaban llenos de carne de caballo. Los soldados se levantaron y dijieron:

-Es tiempo de volver con nuestros camaradas -dijo Franz.
-Tienes razón -dijo Sergheî. -Buena suerte, espero que puedas volver con tus seres queridos.
-Lo mismo para ti.

Los soldados se dieron la mano, y se dirigieron hacia donde habían dejado sus fusiles y cartucheras. Luego de haber recogido su impedimenta, tomaron el camino de vuelta a sus unidades. Franz y Sergheî salieron del pueblo a las 730 horas, y llegaron a las actuales locaciones de sus unidades sin ningún problema.

Franz se enrumbó hacia el bosque. Luego de dejar atrás el pueblo por el camino que iba hacia el norte, él trepó la colina y se volvió para mirar el pueblo.
Se sintió tan afortunado por haber sobrevivido a este impase, que se puso a rezar. “Dios, gracias por darme un día más de vida. Por favor, ayúdame a sobrevivir esta absurda guerra y a volver vivo con mi novia y mis padres. Amén”.
Luego de terminar su oración, Franz bajó de la colina y continuo su camino hacia el bosque. Una vez junto al lindero de este, él miró su reloj antes de entrar: eran las 815 horas.
Mientras Franz entraba al bosque y se acercaba al vivaque, Rolf vigilaba la senda que salía de este oculto detrás de un arbusto de frambuesas. “Me pregunto que estará haciendo Franz ahorita mismo. Espero que no le haya sucedido nada malo ¡Un momento, lo estoy oliendo en este instante!”. Cuando Franz se acercó al arbusto de frambuesas, sintió el olor de Rolf.
“¡Compadres, ya llegué!”. Pero Rolf solamente alcanzó a decir desde el arbusto:

-¿Para que luchas?
-¡Para salvar mi pellejo! -contestó Franz.

Rolf se levantó de detrás del arbusto llevando su MG 34 en sus manos. Se dirigió hacia Franz y le palmeó la espalda. Inmediatamente le preguntó sobre la misión:

-¡Desembucha cuñao! ¿Qué viste en ese pueblo miserable?
-¡Oh, nada especial! Unas cuantas casas cañoneadas, un caballo muerto y ningún rastro de los rusos.
-¿Estas seguro? Uno de tus bolsillos huele a mahorka, y solamente Dieter y los soldados rusos fuman ese tabaco.
-Bueno, la historia que te voy a contar debe quedar solamente entre nosotros dos...

Y Franz le contó a Rolf todo el incidente con el explorador ruso en el pueblo, incluyendo la historia que este le contó.
Como prueba, Franz le enseñó los artículos que había intercambiado con el explorador ruso y los trozos de carne de caballo. Rolf estuvo de acuerdo en guardar el secreto, los dos amigos se dirigieron hacia el vivaque.
Allí, Franz fue alegremente recibido por el Teniente y los demás miembros del Kommando:

-¡Buen trabajo, Franz! -dijo el Teniente Hartmann.
-¡Lo lograste! -dijieron Hans y Werner.
-¡Buena, Franz! -dijieron Wilhelm y Dieter.
-Gracias Teniente, gracias muchachos. No pensé que iba a salir vivo de allí.
-¡Muchachos, esto debe celebrarse con un schnapps hecho en casa! -dijo Karl.
-¿Schnapps hecho en casa? ¡Cielos, no he bebido algo así desde el proceso de la Corte Marcial! -dijo Wilhelm.
-Okay, traigan todos sus tazas aquí -dijo Karl.

El Teniente Hartmann sacó de su mochila una botella de schnapps hecho en casa, la abrió y sirvió el trago a cada soldado. Luego el se sirvió su porción, y brindó con los soldados:

-¡Por el fin de la guerra! -dijo Karl.
-¡Por el fin de la guerra! -dijieron los soldados.

El Teniente y sus hombres golpearon sus tazas de acero, y lentamente bebieron el schnapps. Luego Karl le preguntó a sus hombres:

-¿Qué les parece el schnapps hecho por mi padre?
-¡Exquisito! -dijo Rolf.
-¡Uno de los mejores schnapps que he probado! -dijo Dieter.
-¡El schnapps de su padre es lo máximo! -dijieron Wilhelm y Hans.
-¡Se merece una medalla de oro! -dijieron Franz y Werner
-Gracias, no pensé que este schnapps iba a tener tanto éxito con ustedes.

Cuando todos terminaron de beber su taza de schnapps, Hartmann llamó aparte a Franz para elaborar el reporte de la misión. Franz se acercó a la piedra sobre la cual estaba instalada la radio, y el Teniente empezó a hacerle preguntas mientras tomaba notas en un papel:

-Bueno Franz, dime cual es la situación en el pueblo.
-No hallé rastro de tropas rusas allí, Señor.
-¿Eso indica que el camino está libre para mandar los tanques y las tropas?
-Totalmente, Señor.
-Okay, eso es todo. Puedes retirarte.
-Gracias, Señor.

Luego de que Franz se fuera, Hartmann llamó a Dieter:

-¡Dieter, ven aquí! Necesito enviar un mensaje a Schwarzenstein sobre la situación en esta área.
-Voy en camino, Señor.

Dieter llegó prontamente, y encendió la radio. Entonces, Hartmann le dictó el mensaje:

-Envía esto: “Misión cumplida. Sector libre de actividad enemiga. Vía libre tanques y tropas. Firma, Teniente Hartmann”.

Dieter rápidamente codificó el mensaje, y lo envió.
La respuesta llegó al instante. Luego de decodificarla, esta decía: “Buen trabajo, Hartmann. Caballería e infantería en camino. Firma, Coronel von Schwarzenstein.
Luego que Karl leyera el mensaje, dijo:

-Dieter, recibe todos los mensajes y ten a la mano tu mochila, casco y arma. Quizás nos tengamos que ir en algún momento.
-Si Señor.
-Para todos los demás, tengan su impedimenta a la mano. Tal vez tendremos que dejar este lugar -dijo Hartmann a los demás soldados.

Cuando Hartmann se fue a juntar su impedimenta, Dieter llamó a Franz:

-¡Hey, Franz! ¿Me podrías devolver mi MP 40 y mis porta-cargadores?
-Voy en camino -Franz se dirigió hacia donde la radio estaba instalada- Claro, aquí los tienes.
-Gracias. Oye, ¿ese olor de mahorka viene de uno de los bolsillos de tu chaquetón?
-Si, encontré un poco en una casa del pueblo -Franz metió la mano en su bolsillo, sacó su pañuelo lleno de mahorka, y se lo dio a Dieter- Toma, es para ti.
-¡Muchas gracias! Mi tabaco de pipa se había terminado. Una cosa más, ¿podrías cuidar la radio mientras voy a recoger mi impedimenta?
-¡No hay problema!
-Gracias, cuñao.

Dieter se fue a recoger su impedimenta, y Franz cuidó la radio por un rato. Afortunadamente, no se recibió ningún mensaje hasta que Dieter volvió a su puesto.
De pronto, Franz se acordó de la carne que había en el estuche de su máscara antigás. Rápidamente lo abrió y revisó el contenido. Aún estaba fresca.
“Parece que voy a tener que preparar algo rápido con ella antes de que se pudra”.
Así que se dirigió hacia donde había dejado su impedimenta. De la bolsa donde guardaba la comida y los instrumentos de cocina sacó la cocinilla, un balde plegable de 2 litros, una olla de 2 litros, una botella de vinagre, sal y pimienta.
Instaló rápidamente la cocinilla en el mismo sitio donde había estado esta mañana, y puso la olla encima.
Miró su reloj: eran las 900 horas. “Una hora es suficiente para hervir y sazonar la carne”. Luego se fue corriendo hacia el arroyo cercano con el balde, de donde volvió con este lleno. Llenó con solamente un litro de agua la olla, puso adentro la carne, junto con la sal, la pimienta y el vinagre.
Cuando la carne empezó a hervir, el olor atrajo al Teniente, Rolf, Werner, Wilhelm y Hans:

-¿Qué estás cocinando, Fuchs? -preguntó Hartmann.
-Carne de caballo para los sánguches. Como estamos a punto de irnos, pensé que un plato rápido sería apropiado para la situación.
-¿Y cuándo estarán listos? -preguntaron Rolf, Werner, Wilhelm y Hans.
-Dentro de poco ¿Podría alguien ayudarme a cortar lo que queda del pan?
-¡Yo! -dijo Hans.
-Okay, ven aquí y corta algo de pan, por favor.

Hans fue donde la “cocina” y empezó a cortar lo que quedaba de pan. Pero Dieter oyó la conversación, y gritó desde su puesto:

-¿Cuando los sánguches estén listos, podría alguien traerme uno, por favor?!
-¡Yo me encargo de esto! -dijo Wilhelm.
-¡Gracias!
-¡De nada!

Hasta que la carne estuvo lista, Dieter recibió y decodificó unos cuantos mensajes. La mayoría de ellos hablaban sobre movimientos de las tropas de ambos bandos. El Teniente Hartmann leyó todos los mensajes decodificados, y se puso a pensar sobre el curso que iba a tomar la guerra. Al poco tiempo, la carne estuvo lista y los dos cocineros prepararon los sánguches.
Hartmann y los soldados se dirigieron a la “cocina” para recoger sus sánguches. Pero antes de que reciban su almuerzo, Dieter recibió el tan esperado mensaje:

-¡Señor, venga rápido! ¡Esto es importante!
-¡Voy en camino! -dijo Hartmann.

Hartmann corrió hacia la radio, y leyó el mensaje decodificado.
Este decía: “Necesitamos su ayuda. Resistencia rusa encarnizada afueras Vyasma. Unas tropas atrapadas en ciudad. Firma, General Kurtmeier”.
Karl consultó sus mapas de nuevo, y envió un mensaje a Kurtmeier. Después, envió un mensaje a un amigo suyo que estaba a cargo de una división de transportes. Le preguntó si podía llevar a su unidad hasta Vyasma, y recibió una respuesta afirmativa.
Después volvió a consultar sus mapas y gritó:

-¡Muchachos, nos largamos de aquí! Tenemos que encontrarnos a 5 km de aquí con una columna de transporte que nos llevará a Vyasma. Allí, los muchachos de Kurtmeier tienen unos problemas con Iván.
-¡Sí, señor! Espere un ratito hasta que recibamos nuestro almuerzo -dijieron los soldados.
-Okay, pero apúrense.

Dieter apagó la radio y la empacó para el viaje, luego corrió a recoger su sánguche.
El Teniente y los soldados recibieron sus sánguches de caballo, y los guardaron en sus gamelas. Luego, Franz lavó rápidamente los utensilios de cocina y los guardó en su bolsa.
Cuando todos los soldados estuvieron cargados con sus mochilas, equipos y armas, Hartmann dijo:

-Okay muchachos, esfumémonos de aquí antes que Iván nos esfume.
-¡Sí, Señor! -dijieron todos los soldados.

Y nuestros soldados dejaron el bosque silbando bajito una canción militar llena de dobles sentidos y lisuras.
Llegaron a la estepa a las 1100 horas, y caminaron hacia lo desconocido.
Ninguno de ellos estaba seguro de lo que traería el futuro. Un día más, otra lucha más... pero con cada lucha sin pérdidas, se sentían más cerca de sus seres queridos

FIN

viernes, 30 de marzo de 2007

Un dibujo mío

Si, así es.
Aunque no lo crean, también suelo dibujar muy de vez en cuando.

Así que para variar, hoy decidí hacer una caricatura encriptada, la cual podrán observar mas abajo.



Al que adivine de quién es esta caricatura, le daré un premio.

viernes, 23 de marzo de 2007

Impase en el Frente del Este

Así como el anterior, este relato es otro de los poquísimos buenos recuerdos de mi paso por el bajo mundillo de las alimañas.
Es el borrador del capítulo de una novela que planeaba escribir, pero que finalmente tuve que cancelar.

Finales de la primavera de 1941, en algún lugar de la estepa rusa...
La niebla matutina cubría el vivaque donde los miembros del Waffen SS Pelzkommando “Die Tiere” habían pasado la noche, cerca del lindero de un pequeño bosque de abedules. Pero esta no era una unidad ordinaria del Waffen SS, porque la mayoría de sus miembros eran soldados antro.

La unidad fue creada en 1940 a partir de un grupo de soldados indisciplinados, que aceptaron ser parte de un experimento genético para evitar la Corte Marcial y ser severamente castigados.
Ellos fueron inyectados con un suero creado por un “científico”, el cual mezcló un poderoso líquido mutagénico con el ADN de diversos animales: lobos, perros, zorros, comadrejas, y varios mas. Como resultado del suero, los soldados tomaron algunas características y habilidades del ADN animal que había en este: colas, orejas, hocicos, una capa de pelo, olfato y oído muy finos, y visión nocturna.
La unidad fue entrenada en gran secreto, y los parientes y conocidos de los soldados fueron obligados a mantener su nueva imagen bajo secreto...

Pero volvamos a la estepa rusa, a ver que están haciendo nuestros soldados...
Dieter Dobermann hizo la última guardia y, cuando terminó su misión, se dirigió hacia la bolsa de dormir del líder del Kommando. El sacudió suavemente el hombro del Teniente Hartmann, que dormía profundamente luego de los choques con el Ejército Rojo que tuvieron lugar esta mañana en Smolensko, y dijo:

-Despierte, Señor. Mi ronda ha terminado y aquí esta el actual reporte de nuestra situación: Ningún movimiento del enemigo desde las 300 horas, y el perímetro del vivaque esta libre de cualquier peligro.

El Teniente Karl Hartmann se despertó lentamente. Salió de su saco de dormir, bostezó largamente y parpadeó tres veces. El era el único miembro humano de este Kommando, y la primera vez que vio a los soldados que iban a estar bajo su mando, casi le dio un ataque de risa. Pero con el tiempo se acostumbró con ellos, y llegó a ser un líder de jauría para ellos. Él le pidió a Dobermann que repita el reporte y, luego de oírlo, dijo:

-Gracias Dobermann, has hecho un buen trabajo – de pronto, gritó – ¡Levántense, perezosos! ¡Alguien tiene que encender la radio, porque estoy esperando las nuevas órdenes!

Lentamente, todos los soldados que dormían se despertaron. Salieron de sus sacos de dormir, se pusieron las botas y tomaron la posición de firmes. Todos ellos vestían un chaquetón camuflado sobre la camisa, pantalones verde oscuro y una gorra del mismo color. Hartmann empezó a pasar lista:

-¡Rottweiler!
-¡Presente, Señor!
-¡Wiesel!
-¡Presente, Señor!
-¡Wulf!
-¡Presente, Señor!
-¡Hirt!
-¡Presente, Señor!
-¡Fuchs!
-¡Presente, Señor!
-¡Dobermann!
-¡Detrás suyo, Señor!
-Okay, parece que todos estamos aquí. ¡Dobermann, enciende la radio! En un par de minutos estaré recibiendo nuevas órdenes.
-¡Inmediatamente, Señor!, dijo Dieter Dobermann.
-¡Fuchs! Podrías ser tan amable de prepararnos el desayuno, por favor?
-¡Ipso facto, Señor!
-¡Oigan todos, recojan sus armas, cascos y sacos de dormir! Quizás nos tengamos que ir de aquí.
-¡Sí, Señor!, dijieron todos los soldados.

Todos los soldados tomaron sus armas, cascos y sacos de dormir, e hicieron las tareas que les fueron ordenadas. Luego, el Teniente Hartmann recogió su metralleta MP 40, su casco y su saco de dormir, y miró su reloj. Eran las 500 horas, y la niebla había empezado a disiparse. Entonces ordenó:

-¡Apresúrense, la niebla se está disipando y no queremos ser sorprendidos por Iván!
-¡No hay problema, Señor!, dijieron todos los soldados.

Dieter Dobermann, un dobermann armado con una metralleta MP 40, fue rápidamente hacia la roca donde estaba instalada la radio. El encendió la radio, y esperó la llegada del mensaje.
Como miembro de una unidad de elite, el fue entrenado para hacer varias cosas (manejar cualquier tipo de tanque o vehículo militar, disparar armas pesadas y ligeras de cualquier tipo, etc). Pero su especialidad eran las Comunicaciones: el puede decodificar cualquier tipo de mensaje, reparar cualquier equipo de comunicaciones y enviar un mensaje codificado o falso en varias lenguas.
El mensaje llegó, y estaba codificado como una serie de pitidos similares a la estática radial. Dieter apuntó el mensaje en un pequeño block, y escribió la versión decodificada debajo de este. Después hizo una copia del primer apunte para el Teniente.

Mientras Dieter recibía y decodificaba el mensaje, Fuchs estaba preparando el desayuno para la entera unidad en una cocinilla de campaña a gas instalada sobre un tronco caído.
Franz Fuchs, un zorro armado con un fusil Mauser 98K, era el alimentador de la ametralladora servida de Rudolf, alias Rolf, Rottweiler, su mejor amigo. Franz dejó en el suelo su arma y su mochila cerca de la cocina, y empezó a preparar huevos revueltos con jamón ahumado. Él era ayudado por Rolf, que estaba preparando el kofee-ersatz con el agua que trajo de un arroyo cercano en 2 baldes plegables de lona de 2 litros, y de Wilhelm Wiesel, que estaba cortando una hogaza de pan en rodajas y poniendo mermelada sobre unas rodajas. Antes de convertirse en soldado, Fuchs fue cocinero en un restaurante, y prepara platos muy deliciosos con las raciones militares estándar y la comida que podía encontrar en el campo de batalla. Los huevos, el jamón ahumado y la mermelada fueron hallados en un pueblo abandonado en el otro extremo del bosque, así como salchichas, un poco de queso y (¡de hecho!) unas cuantas botellas de vodka destilado en casa.
Rudolf Rottweiler, un rottweiler armado con una ametralladora MG 34, es el ametrallador de la unidad y el mejor amigo de Franz. Para poder ayudar en la cocina, el también tuvo que dejar su arma y mochila cerca de esta. Cuando los dos van a la batalla, Rolf lleva la ametralladora y una parte de la munición, mientras que Franz lleva el trípode de la ametralladora y el resto de la munición.
Wilhelm Wiesel, un comadrejo armado con un fusil Mauser 98K con mira telescópica, es un excelente francotirador. Todas sus victimas morían de un único y certero balazo, y acostumbra hacer con su cuchillo de combate una marca por cada enemigo derribado en la culata del rifle. Al igual que Rolf y Franz, él tuvo que dejar su arma y su mochila en el suelo para poder ayudar a sus camaradas en la cocina.
A las 530 horas, el desayuno estaba listo, y los tres cocineros gritaron:
-¡A comeeeeeeeer!

El Teniente y los otros soldados acudieron rápidamente al llamado, formando una fila delante de la “cocina” con sus gamelas y tazas en sus manos. Cada uno recibió una taza de kofee-ersatz, una porción de huevos revueltos y dos rodajas de pan (una de ellas con mermelada). Luego de que todos los miembros del Kommando recibieron sus raciones y se sentaron en el suelo para comer, Rolf, Franz y Wilhelm se sirvieron sus raciones y empezaron a comerlas sentados en el lado libre del tronco que servía de cocina.
Mientras todo el mundo estaba comiendo, Werner Wulf y Hans Hirt empezaron a hablar sobre el curso de la guerra:
-¿Hans, tú quién crees que va a ganar esta guerra?, preguntó Werner.
Werner Wulf, un lobo armado con una pistola-ametralladora MP 40, era el hombre de las demoliciones y el cargador del mortero servido por Hans Hirt, su mejor amigo. Werner puede hacer una bomba con cualquier cantidad de explosivo y su respectivo detonador. El es incluso capaz de construir un sistema detonador con materiales básicos civiles y militares. Su especialidad eran las demoliciones y las trampas explosivas.
-Bueno, dijo Hans, francamente no lo sé. Hoy somos ganadores, pero mañana, quien sabe. De cualquier modo, todo esto apesta.
Hans Hirt, un Pastor Alemán armado con un mortero de 80mm y una pistola-ametralladora MP 40 es el artillero de la unidad y el mejor amigo de Werner. Cuando ellos van a la batalla, Hans lleva el cañón y la base del mortero, y unos cuantos proyectiles, mientras que Werner lleva el bípode y la mira del mortero, y el resto de los proyectiles junto a los explosivos y detonadores.
El Teniente Hartmann oyó la conversación, y se les unió:
-Tienes razón, Hans. Yo también pienso igual y, sinceramente, me importa un carajo esta guerra. Hasta hoy, aún continuo haciéndome la misma pregunta: ¿Cómo mierda le dimos el poder a un maldito demente con delirios de grandeza? Mi única esperanza es que esta guerra termine pronto, y pueda volver a Leipzig con mi esposa e hijo
-Si, dijo Hans, yo aún extraño a mi novia y mi familia.
-Yo también, dijo Werner.

Inmediatamente después de terminar su desayuno, Dieter lavó su gamela y su taza, y se dirigió hacia donde el Teniente estaba conversando. Al llegar, dijo:
-Discúlpeme si interrumpo su conversación, Señor, pero he recibido el mensaje con las órdenes y necesito su confirmación de la recepción.
-Voy ahora mismo. Muchachos, continuaremos esta conversación más tarde. El deber llama.
-No hay problema, Señor, dijieron Werner y Hans.

Hartmann y Dobermann fueron hacia el lugar donde estaba instalada la radio. Cuando llegaron allí, Dieter sacó dos hojas de papel de uno de los bolsillos de su chaquetón y se las dio al Teniente. Primeramente, este observó que el mensaje era el mismo. Después empezó a leer uno de los papeles. Las ordenes eran las siguientes: “Observen si hay tropas rusas en Nikolaevskoie. Todos nuestros vehículos en reparación, tanques de exploración no disponibles. Tomen pueblo solo si es necesario. Firmado, Coronel von Schwarzenstein”. Cuando terminó de leer, pensó sobre aceptar o rechazar la misión. Al final, sacó un encendedor de su pantalón y quemo los papeles. Luego le ordenó a Dobermann:
-Dieter, envía un mensaje al CG. Dile a Schwarzenstein que acepto la misión.
-Al instante, Señor, dijo Dieter.

Dieter envió rápidamente la respuesta al mensaje. En ella, mencionó que el Pelzkommando entrará en silencio radiofónico hasta el fin de la misión. Luego de haber enviado la respuesta, él apagó la radio. Para las 545 horas, todos los soldados habían terminado sus desayunos y lavado sus gamelas y tazas con el agua de los baldes. Luego, Franz lavó la sartén y la cafetera, y los guardó en una bolsa de lona junto a la cocinilla de campaña a gas desmontada los dos baldes plegados y una olla de 2 litros.
Luego de que el mensaje fuera enviado, el Teniente Hartmann fue hacia su mochila. La abrió, y sacó un mapa de la región y una brújula. Se acuclilló, extendió el mapa sobre la hierba, y calculó la posición de ese pueblo y la distancia entre el vivaque y este. Cuando todos los cálculos estuvieron hechos, Hartmann se levantó y gritó:
-¡Datos de misión, todos vengan aquí!

Todos los soldados dejaron de hacer lo que estaban haciendo, y se dirigieron hacia el lugar donde estaba Hartmann, y lo rodearon. Él se volvió a acuclillar, seguido de los demás soldados, y empezó a hablar:
-Bueno muchachos, las nuevas órdenes son las siguientes: como la única unidad destacada en esta área, el Cuartel General del Panzergruppe “Stahlreiters” nos pidió que observemos si Iván ha juntado tropas en este pueblo –apunta con el dedo un punto del mapa llamado Nikolaevskoie– Podemos tomar el pueblo, pero solo si es necesario.
-Pero Señor, dijo Rolf, no sabemos nada sobre la situación de las tropas rusas en ese pueblo. Allí puede haber desde un puñado de soldados como nosotros, hasta un pelotón o incluso una división completa.
-Ese es el punto, Rolf. Debido a este riesgo, voy a pedir un voluntario para ejecutar la misión. Un soldado solo detrás de las líneas enemigas llama menos la atención que una unidad completa. ¿Quién se ofrece?
“Bueno, los conchesusmadres de la Corte Marcial dijieron que si hago grandes proezas en el campo de batalla, mi sentencia será reducida. Francamente, yo no creo que esta mierda sea verdad. Pero que mierda, no pierdo nada con intentarlo” -pensaba Franz mientras Karl explicaba la situación.
-Yo, Señor!, exclamó Franz.
-Okay Franz, dijo Karl, ven aquí y observa con atención el mapa.

Franz se acercó al mapa extendido y lo miró mientras Karl explicaba como llegar al pueblo:
-Nosotros estamos aquí –Karl apuntó con el dedo la actual ubicación del vivaque –Tienes que caminar un kilómetro hacia el sureste desde el lindero del bosque, hasta que veas una colina– El apuntó unas curvas de nivel en el mapa.
-Ok,Señor.
-Trepa cuidadosamente la colina y echa una ojeada al pueblo desde allí. Luego tienes que caminar 500 metros hasta el pueblo –Karl apuntó el pueblo en el mapa– El lado noreste del pueblo está rodeado por un huerto de frutales –Él movió su dedo hacia una mancha verde cercana al pueblo– Si tú entras por este lado, los árboles te servirán para cubrir tu presencia.
-Copiado, Señor.
-Una cosa más. Si encuentras tropas, sal lo más rápido que puedas de allí. No importa si hay unos cuantos soldados o una división entera. Pero si encuentras a un explorador ruso, no lo mates. Captúralo vivo y tráelo aquí. ¿Alguna pregunta?
-No, Señor.
-Bien, ve allá y trae algo de información. ¡Espera! Casi me olvido de darte este binocular –Karl le dio un binocular ruso que halló junto a un oficial NKVD muerto –Por si acaso, la clave para poder entrar al vivaque será “para salvar mi pellejo”. Deberás contestar esto a la pregunta ¿Para qué luchas? -Gracias, Señor.

Franz se colgó el binocular al cuello, se levantó y fue a recoger su casco, fusil, granadas, brújula, botiquín, y cartuchera. También revisó la bayoneta del fusil y metió un cuchillo en la caña de ambas botas. Pero cuando estaba a punto de irse, Dieter se aproximó y le dijo:

-¡Hey, Franz! Toma mi MP 40 y su munición –el le dio su arma y los porta cargadores.
-¿Pero por qué me das un arma cuando yo ya tengo una?
-Una pistola-ametralladora es más efectiva en acciones de infiltración que un fusil.
-¡Tienes razón, compadre! Gracias –Franz empezó a colgar los porta cargadores de su correa, y colgó la metralleta de su hombro derecho.
-De nada.
-¡Buena suerte con la misión! –dijieron Rolf, Wilhelm, Werner y Hans. -Muchas gracias, muchachos, la necesitaré.

Cuando estuvo listo, Franz dejó el vivaque y empezó a caminar hacia el objetivo. A las 605 horas, él llego al lindero del bosque y vio la grandeza de la estepa rusa. La hierba le llegaba hasta las rodillas, y el sol había empezado a brillar en el cielo de un azul como jamás había visto. Franz se alegró tanto con la escena, que empezó a tararear la canción con la cual se declaró a su novia antes de empezar la guerra. “¡Espera un momento! Si quieres volver vivo y ver a Karla otra vez, debes concentrarte en la misión. ¡Maldito seas, Hitler! Me sorprende que no hayas muerto en la Primera Guerra Mundial, loco de mierda. ¡Oh, ya veo la colina!”

Pero al otro lado de la tierra de nadie, los rusos no habían perdido el tiempo y crearon una unidad militar similar a Pelzkommando “Die Tiere”. La única diferencia era que sus miembros era oficiales encarcelados en los gulags siberianos durante las purgas del Ejército Rojo organizadas de Stalin entre 1936-1939. Gracias a un espía infiltrado en Alemania, la División Científica del NKVD pudo conseguir la fórmula del líquido mutagénico y las proporciones exactas de líquido y ADN animal necesarias para producir el suero y lograr el cambio deseado. El Alto Mando del Ejército Rojo les ofreció la oportunidad de rehabilitarse a través del experimento y luchando contra los invasores alemanes. Todos los oficiales aceptaron el trato, porque vieron en el la última oportunidad para salir del infierno GULAG. La unidad solamente tenía un nombre clave: “Sibirskoie volkîi”, ósea “Lobos siberianos”, y fue creada al poco tiempo de la invasión alemana. Esta unidad estaba compuesta de un Coronel, un Galgo Ruso (francotirador), un Pastor Caucasiano (ametrallador), un oso pardo (fusil antitanque), un tigre siberiano (comunicaciones), un lobo gris (fusilero) y un Pastor Centroasiático (demoliciones).

Al mismo tiempo que Franz salía del bosque y empezaba a caminar, el lobo de la unidad rusa tomó la misma dirección hacia el pueblo. Su nombre era Sergheî Volkovich, y estaba armado con una pistola-ametralladora PPŞ 41, un fusil Mosin-Nagant y dos cuchillos. “Bueno, aquí voy a morder unos cuantos malditos nazis. Sinceramente esto es mejor que morir de hambre, frío, enfermedades y/o tortura en el jodido GULAG. ¡Stalin, eres un verdadero hijo de puta! No importa lo buena que sea tu propaganda, este país esta siendo cagado en las más diversas y extrañas formas. ¡Ah, ya veo el bosque!”
Sus camaradas se escondían en las ruinas de una hacienda destruida durante la Guerra Civil. Allí tuvieron lugar las mismas escenas que en el bosque, y él se ofreció de voluntario para explorador. El camino de la hacienda hasta el pueblo tenía la misma distancia que el camino que venía desde el bosque. La única diferencia era la orientación (1 km NE hasta el punto de observación) y un bosquecillo, de donde Sergheî tenía que observar cualquier movimiento del enemigo.

Los dos soldados llegaron casi al mismo tiempo a sus puestos de observación (645 horas). Franz empezó a trepar cuidadosamente la colina, que era bastante baja (solamente tenía 250 m de altitud) y no tenía una pendiente muy pronunciada. “Me estoy acercando a la cima. De aquí en adelante, me debo poner mi casco y arrastrarme los últimos cien metros”. Se sacó el gorro, lo guardó en uno de los bolsillos del chaquetón y se puso el casco. Luego agarro el binocular con la mano derecha, se echó al suelo y empezó a arrastrarse hasta la cima de la colina. Una vez allí, Franz empezó a observar el pueblo y sus alrededores.

El pueblo consistía de unas cuantas casas alineadas alrededor de una plaza central que, de hecho, era un trozo de tierra. La “plaza” estaba cruzada de norte a sur por la carretera principal (si una banda de tierra polvorienta puede llamarse carretera...). Algunas casas estaban alineadas a lo largo de la carretera principal en ambas direcciones, y las que estaban en el extremo norte del pueblo, se hallaban muy cerca del huerto de frutales. Desde la “plaza” empezaban dos calles: una hacia el este y otra hacia el oeste, cada una con sus casas. Algunas casas habían sido alcanzadas por la artillería rusa, que bombardeo brevemente el pueblo pensando que los alemanes lo habían ocupado. Las casas destruidas estaban situadas en varios lugares: cuatro alrededor de la plaza central, dos cerca al huerto y una dentro del kolhoz, en el extremo occidental del huerto. “Hmm, parece que no hay movimiento en el pueblo... ¡Momento! Huelo a un lobo en el bosque”.

Al mismo tiempo, Sergheî había llegado al lindero del bosquecillo. Se cubrió detrás de un tronco caído, y sacó el binocular de su estuche. Con sumo cuidado, levantó su cabeza de detrás del tronco y empezó a observar el pueblo y la colina. “Demasiado silencio para mi gusto, esta huevada me huele a emboscada... ¿y también a un zorro?”. Pero Franz vio una sombra sospechosa en el lindero del bosquecillo. “!Un puto momento! Apuesto mi pelambre a que allí hay un explorador ruso. Bueno, lo dejaré entrar al pueblo y así lo capturaré vivo”. Pero Sergheî también observo cierto movimiento en la cima de la colina. Antes de que lograra ver a Franz, este se arrastró rápidamente colina abajo hasta quedar cubierto por la cima. “¿Qué chucha fue eso? ¿Un soldado alemán? ¡Ni cagando! Estos tipos no son tan estúpidos como para mandar solamente a un soldado para explorar, sin ninguna cubierta. Quizás fue separado de una unidad más grande, y se ha perdido en la estepa. Parece que es hora de tomar prisioneros y ganar una medalla...”.

Sergheî se levantó detrás del tronco caído, y observó una vez más con el binocular el pueblo y la cima de la colina. Como nada se movía en ambos lugares, guardó el binocular en su estuche. Olfateó el aire una vez más, pero el olor de zorro había desaparecido. “Vaya, parece que el soldado ha huido de aquí. Mala suerte, hoy no tomaré prisioneros”. El lobo salió del bosquecillo y se dirigió hacia el pueblo Al mismo tiempo, Franz bajaba de la colina y empezó a rodearla. “¡Corre hacia el huerto! ¡Es la única oportunidad de entrar al pueblo sin ser descubierto!”. Él corrió los 500 metros que separaban la colina del huerto, y se cubrió detrás de un duraznero. “¡Uf, lo logré! Ahora veamos donde esta ese explorador ruso”. Franz miró su reloj (700 horas), amartilló la MP 40, y empezó a correr de un árbol a otro hasta que el huerto se terminó. Detrás del último árbol, él esperó a que recobrara su aliento. Luego trepó en el árbol y observó desde allí la plaza principal del pueblo.

En medio de la plaza vio unos cuantos cráteres producidos por los obuses, y el cadáver de un caballo. “Pobre bruto, el cañoneo debió de haberlo matado ¡Momento, tengo una idea! Voy a usar el caballo muerto como señuelo para capturar al explorador ruso”. El zorro observó otra vez la plaza, y no vio movimiento alguno. “Es tiempo de acercarse a la plaza”. Él se bajó del árbol y corrió hacia la primera casa en ruinas cercana al huerto, que estaba situada en el lado derecho del camino. Pero mientras Franz corría por su vida desde el pie de la colina hasta el último árbol del huerto, a Sergheî le pareció oír desde la mitad del camino un ruido lejano de pasos rápidos. “Vaya, parece que el soldado busca pelea. O quizás está hambriento y busca algo de comida. De todos modos, creo que hoy una medalla me está esperando”.
Franz entró rápidamente en la casa por la puerta principal, y se halló en un comedor devastado. Se cubrió detrás de una mesa que estaba tumbada delante de una ventana, desde la cual se veía una parte del camino que iba desde el sur hacia la plaza principal. El zorro sacó lentamente su cabeza de detrás de la mesa, y empezó a observar aquella parte. “Vaya, el explorador aún no ha llegado. Mejor paso a la siguiente casa”.
Desde aquí solamente había una casa más hasta la plaza, y la última también estaba en ruinas. La casa que se hallaba entre las casas derruidas estaba intacta. Franz salió de detrás de la mesa, y cuidadosamente empezó a buscar una puerta que diera al patio. Cuando la encontró, se pegó al marco de la puerta para cubrirse. Con sumo cuidado se inclinó a través de la puerta y observó el patio. Todo estaba despejado, así que Franz cruzó rápidamente el patio y pasó al patio de la otra casa a través de un agujero en la cerca. Esta casa había sido afectada por la onda expansiva de los obuses que habían destruido las otras dos casas, así como lo atestiguaban los vidrios rotos y las paredes rajadas.
Él entró a la cocina, y de allí fue al dormitorio. Rápidamente echó una ojeada a su reloj: este indicaba las 710 horas.

El zorro se agachó debajo de una ventana que aún tenía una contraventana perforada por las esquirlas, y esperó un momento. “Bien, veamos en donde está ese explorador”. Al mismo tiempo que Franz entraba a la casa, Sergheî se estaba aproximando a las primeras casas que bordeaban el camino principal al sur del pueblo. De pronto, el lobo se detuvo y olfateó el aire. “¡Mierda, otra vez ese olor de zorro! Parece que este no es un soldado ordinario, sino un miembro del Pelzkommando “Die Tiere”. ¡Guau! Al fin voy a medir mis fuerzas con un enemigo antro”. Él oía con mucha atención todos los sonidos que venían del pueblo, pero ninguno indicaba peligro. “Parece que el enemigo esta callado. Debo tener más cuidado a partir de aquí”.

Mientras tanto, Franz lentamente levanto su cabeza por encima del alféizar de la ventana, y se puso a observar a través de un hoyo de la contraventana la curva que formaba el camino del sur antes de entrar a la plaza. Él oyó unos pasos lejanos, y sintió el olor del lobo. “¡Iván, he llegado! Vaya sorpresa que te tengo preparada”. Antes de que Sergheî llegara a la curva, Franz corrió hacia la casa en ruinas desde la cual se veía la plaza y el cadáver del caballo. Pero el lobo oyó los pasos, y amartilló su pistola-ametralladora PPŞ 41. “¡Espera a ver con que tipo de munición está cargada esta nena, zorro pendejo!”. Sergheî avanzó hasta el inicio de la curva, y dejo su Mosin-Nagant y su cartuchera junto a una cañería de drenaje.

Desde la casa, Franz pudo oír el característico sonido que produce una PPŞ cuando es amartillada. Él dejó el binocular, su fusil Mauser y su cartuchera en el suelo, se arrastró hasta la sala armado únicamente con la MP 40 y se escondió junto al marco de la puerta principal. “Espero que el caballo muerto sea un buen señuelo para capturar vivo al explorador ruso. Debo calmarme, o sino mi olor va a delatar mi posición”. Con un poco de concentración, él logró calmarse y esperó el gran momento.

Para entonces, Sergheî había dejado atrás la curva y entró a la plaza. Se detuvo, olfateó el aire una vez más y prestó suma atención a todos los sonidos. “Otra vez este silencio. Esto no es una buena señal”. Pero de pronto, el lobo sintió el olor del caballo muerto que se hallaba en la esquina superior izquierda de la plaza. “Hmm, ese caballo aún está fresco. Tomaré algo de carne para mis camaradas”. Lamiéndose el hocico, y con el estómago gruñendo, Sergheî se dirigió hacia el caballo muerto. Pero Franz oyó sus pasos, y desplegó la culata de la MP 40 para golpear con ella al explorador. “Espero que esta arma sea lo suficientemente resistente para golpear”. El lobo se aproximaba lentamente hacia el cadáver, con todos sus sentidos alerta. “Ten cuidado, puede ser una trampa”. Una vez que llego junto al caballo, se arrodilló, puso la PPŞ 41 en el suelo, sacó un cuchillo de la bota derecha y empezó a despellejar una anca del caballo. Mientras Sergheî cortaba un trozo de carne, de pronto empezó un bombardeo artillero. “¡Mierda! Esos disparos no suenan como los cañones del Ejército Rojo. Mas bien parecen hechos por un obús pesado alemán. ¡Que chucha, yo sigo cortando carne!”.

Franz vio inmediatamente la oportunidad para capturar vivo al explorador ruso. “Usaré el ruido de las explosiones como cubierta, así me podré aproximar al lobo y golpearlo en la cabeza”. Lentamente, él salió de la casa y empezó a aproximarse hacia donde Sergheî estaba cortando la carne. Las continuas explosiones de los proyectiles cubrieron sus pasos y, cuando estuvo lo suficientemente cerca del lobo, levantó la MP 40 para golpear. “¡Es hora de la siesta, lobito!”. Pero el bombardeo terminó tan súbitamente como había empezado, y solamente unos cuantos pasos separaban a los soldados...

( Continuará )

martes, 20 de marzo de 2007

Preguntas más frecuentes # 2

Luego de ver las reacciones de unas alimañas ante mi artículo sobre el antiguo Egipto, creo que es hora de responder a la siguiente pregunta:

¿Por qué les digo alimañas a los furros?

El motivo es muy sencillo.
Como en inglés “furry” significa peludo, yo andaba buscando una palabra en español que no describa solamente una característica de este tipo de personajes. Y mientras pensaba cual podría ser aquella palabra, en mi Winamp sonó una canción de Héctor Lavoe que se llama Juanito Alimaña.

Esa era la palabra que andaba buscando, porque tanto un furro como una alimaña comparten las siguientes características:

- Ambos están cubiertos de pelo.
- Son astutos.
- Saben desenvolverse en los mas variados lugares, climas y situaciones.

Así que desde entonces les digo alimañas a los furros.

¿Alguna otra pregunta?

sábado, 17 de marzo de 2007

Los egipcios NO inventaron a las alimañas

Así como hay quienes creen que las estatuas de la Isla de Pascua fueron levantadas por extraterrestres o que Sodoma y Gomorra fueron destruidas con bombas atómicas, en el bajo mundillo de las alimañas tampoco faltan quienes creen que los antiguos egipcios fueron los creadores de las alimañas.


Arqueólogo: Este fresco que representa al dios Anubis data de la 10-a Dinastía...
Alimaña: ¡OMG, Anubis! ^^ ¿Dónde está el porno?
Arqueólogo: Saquen a este zoquete de la tumba, antes que destruya los frescos.

Para muestra, un enlace.
Por lo visto, este futuro "investigador" ha cometido el garrafal error de proyectar el bajo mundillo de las alimañas sobre las civilizaciones antiguas.
Que estas hayan tenido dioses con las misma características que tanto les gustan a las alimañas, no significa que sus miembros también producían atrocidades graficas y andaban por allí disfrazados como sus divinidades.

Sin duda alguna, el que osaba producir una atrocidad gráfica en donde aparecía una divinidad, era inmediatamente castigado y ejecutado por blasfemo.
Y si tenían que disfrazarse, solamente lo hacían los miembros del clero en ceremonias y rituales estrictamente codificados.

Y no es de extrañar que los antiguos egipcios hayan sido zoólatras[1], porque el valle del Nilo es una importante fuente de agua y vida, atrayendo así diversas especies animales a sus riberas.
A pesar de no haberse identificado hasta ahora que animal representa a Seth, parece que este es en realidad un cerdo hormiguero.


Antes de irme, les dejo un fragmento del texto egipcio “Las instrucciones al rey Merikara” que me ha gustado mucho:

“A quien tiene muchos adeptos, es agradable para ellos y sabe manejar la palabra, el Faraón recomienda: Persíguelo, mátalo, bórrale el nombre... Borra su recuerdo y a la gente que lo apoya”
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[1]Dícese de aquellos que adoran animales.

domingo, 4 de marzo de 2007

La competencia no se hace esperar

Por lo visto, uno de los agentes de mi enemigo ya se enteró de la existencia de mi blog y decidió hacerse uno[1].

Tras echarle un vistazo, definitivamente es el típico blog de una alimaña lamebotas. Porque hay demasiado floro para el bajo mundillo de las alimañas en este.

Pero ya lo tengo puesto bajo vigilancia y ojalá que no empiece a despotricar contra mi, porque no responderé a sus provocaciones.



Cuidadito con lo que escribes, michifus.
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[1]Búsquenlo ustedes. No hago publicidad gratuita a los agentes enemigos.