sábado, 31 de marzo de 2007

Impase en el Frente del Este: Desenlace

Tal como lo había prometido, aquí está el desenlace de mi segundo relato.
Disfrútenlo.

Luego de que el último proyectil explotó, Sergheî oyó un ruido detrás suyo, y se lanzó hacia la fuente de este con el cuchillo en la mano. “¡Muere, maldito zorro nazi!”. El cuchillo iba dirigido hacia el cuello de Franz, -“Dios mío, este es el fin del viaje”- pero el zorro rápidamente puso su pistola-ametralladora en posición de tiro. Sergheî no se percató del movimiento, y continuó avanzando hacia Franz hasta que sintió el cañón de la pistola ametralladora golpeándole el hígado. “¡Na ciorti! (¡Demonios!)”. Franz estaba a punto de apretar el gatillo, cuando la punta del cuchillo que iba dirigido hacia su cuello se detuvo instantáneamente sobre su nuez de Adán. “¡Grosse scheisse! (¡Remierda!)”.

Sergheî miró hacia abajo, y vio el cañón de la pistola-ametralladora presionando sobre su hígado. Lo mismo hizo Franz, y vio el brazo, la mano y una parte del cuchillo. Ambos soldados se quedaron en esta posición por 5 minutos, que para ellos fueron 5 siglos. Luego, Franz trató de hablar con el soldado ruso:

-¿Sprachen sie Deutsche? (¿Hablas alemán?).

Sergheî meneó la cabeza, y dijo:

-¿Ghermanski soldat gavarit pa russki? (¿El soldado alemán habla ruso?).

De pronto, Franz recordó las clases de ruso que tomó con Dieter, y comenzó a hablar en ruso con un ligero acento alemán:

-Sí, hablo ruso. Mira, estamos en una posición incómoda. ¿Por qué no hacemos una tregua y resolvemos nuestros problemas como seres civilizados?
-¿Cómo puedo confiar en ti? Tú eres un miembro del Waffen SS - dijo Sergheî.
-¿Puedes olvidar por un segundo toda la propaganda sobre nosotros, por favor? Yo no soy el criminal sanguinario que mata a todo lo que se cruza en su camino.
Si no te has fijado en mi uniforme, yo no llevo el águila alemana. Eso indica que pertenezco a una unidad disciplinaria.
-¿Una unidad disciplinaria? ¡Vaya coincidencia, yo también estoy en una unidad de este tipo!
-¿Ves? Estamos en la misma cuestión, pero en lados opuestos. Te aviso que yo no peleo por el Reich y todas las cagadas que cuenta ese maldito bastardo llamado Hitler.
Yo me enrolé en el ejército porque quería conocer el mundo, pero la guerra estalló y fui acusado de cobardía hacia el enemigo durante la campaña polaca.
Para escapar de la Corte Marcial, mis amigos y yo aceptamos ser transformados en animales, creyendo que así nos ganaríamos una sentencia menos áspera.
Pero la sentencia fue cambiada a volver al frente, y esto es bastante áspero para mí. Mi única esperanza es que esta guerra se termine lo mas pronto posible,
y que pueda volver a Alemania con mi novia y mis padres. Eso es lo único por lo cual lucho.
-Bueno, yo era un Teniente en el Ejército Rojo hasta que ese hijo de puta llamado Stalin se puso paranoico y empezó a matar y encarcelar a los mejores oficiales que tuvo alguna vez el Ejército Rojo.
Yo fui deportado a un Gulag de Siberia. ¿Sabes qué es un Gulag? ¡Es el infierno en la tierra! Un terreno cercado con alambre de púas y con torres de observación, unas cuantas cabañas llenas con 50 personas o más,
frío glacial, congelamiento, tortura, trabajo forzado, enfermedades, piojos, ejecuciones arbitrarias por cualquier motivo... No puedo continuar narrando todos lo horrores que vi allí...
Pero un día, un Coronel del Ejército Rojo llegó a este lugar olvidado de Dios y nos ofreció a mis amigos y a mí la libertad a cambio de ser transformados en animales.
Todos aceptamos el trato, porque era nuestra última oportunidad de salir de ese infierno, y luego del experimento, fuimos enviados a luchar contra ustedes.
Mi última esperanza es que esta guerra termine de una vez por todas, y volver a Leningrado con mi esposa y mi hija. Por eso yo lucho, no por la Unión Soviética y todas las mentiras que cuenta Stalin
-Tu historia es bastante similar a la mía. ¿Ahora puedes confiar en mí?
-Una pregunta más antes de hacer la tregua: ¿Tú eres la única persona de tu unidad que piensa así, o todos tus camaradas tienen la misma opinión?
-¿Podrías creer que hasta el Teniente que está al mando tiene la misma opinión?
-¡Increíble! Y hasta hoy creía que todos los soldados alemanes lucharían hasta el último cartucho por las ideas de ese maníaco sanguinario de Hitler...
-Yo también creía lo mismo sobre los soldados rusos, hasta que oí tu historia. Bueno, hagamos la tregua.
-¿Y como procedemos?
-Para comenzar, dejemos las armas al mismo tiempo.
-Okay, aquí vamos.

Lenta y cuidadosamente, ambos soldados empezaron a bajar sus armas.
Franz dejó su pistola-ametralladora colgando de su hombro derecho, al mismo tiempo que Sergheî bajaba su brazo. Luego, el zorro se echó la pistola-ametralladora a la espalda, y el lobo guardó el cuchillo en su bota derecha.
Entonces Franz dijo:

-Ahora podemos volver en una pieza a nuestras unidades. Sobre este encuentro, jamás tuvo lugar.
-¡Un momento! ¿Qué hay de nuestras misiones? Nuestros superiores nos pedirán un reporte de ellas, y nosotros no las hemos cumplido.
-¡Tienes razón! Tenemos que inventar alguna historia sobre lo que vimos aquí.

Franz y Sergheî se sentaron en el suelo, y empezaron a pensar. De pronto, el lobo dijo:

-¡Ya sé! -dijo Sergheî- ¿Qué te parece si les contamos a nuestros superiores que no encontramos ningún rastro de tropas enemigas en el pueblo?
-Me parece bien -dijo Franz- Oye, antes de irnos, no quisieras intercambiar unas cuantos artículos conmigo?
-Pero esto podría destramar nuestras historias.
-No te preocupes por eso. Solo diles que los encontraste por allí en el pueblo, y estoy seguro que será suficiente.
-Si, intercambiemos.

Franz y Sergheî empezaron a buscar en sus uniformes artículos para intercambiar. El zorro sacó de los bolsillos de su chaquetón una barra de chocolate, un paquete de cigarrillos y una pequeña botella de schnapps.
El lobo sacó de su morral una bolsita de cuero llena de mahorka (tabaco negro ruso), un trozo de queque con nueces y una pequeña botella de vodka.
Ambos soldados pusieron sus mercaderías en frente de ellos, y comenzó el intercambio:

-Mi chocolate por tu queque con nueces -dijo Franz, luego de arrancar la etiqueta de papel que rodeaba al papel de aluminio.
-Vale. Toma el queque -dijo Sergheî mientras le pasaba el queque a Franz y recibía la barra de chocolate.
-Mi mahorka por tus cigarrillos.
-Vale. Esta mahorka hará las delicias de Dieter.

Franz vació toda la mahorka en su pañuelo, el cual lo ató como una bolsita.
Descargó el tabaco de los cigarrillos en la bolsita de cuero de Sergheî con la ayuda de un pequeño trozo de alambre que encontró en uno de sus bolsillos.

-Mi vodka por tu schnapps -dijo Sergheî mientras le pasaba la botella a Franz.
-Vale. Espera un poco a que rasguñe la etiqueta de mi botella de schnapps.

Franz rápidamente rasgó el papel con sus garras, y le dio la botella a Sergheî. Cuando el intercambio terminó, ambos soldados se levantaron y se dieron la mano:

-Ahora podemos volver a nuestras unidades -dijo Sergheî.
-Tienes razón -dijo Franz-. Ahora tengo una historia que contar a mis hijos y a mis nietos.
-Yo también. A propósito, ¿cuál es tú nombre?
-Me llamo Franz Fuchs, y soy de Berlín.
-Yo soy Sergheî Volkovich, de Leningrado.
-Gusto en conocerte, Sergheî.
-Igual yo, Franz.

Los dos soldados se dieron la mano otra vez, y continuaron conversando:

-Yo me voy a quedar aquí un rato más para cortar un poco más de carne de caballo -dijo Sergheî- ¿Quieres un poco?
-Sí, es el ingrediente principal para un plato que comí durante la campaña francesa.

Sergheî y Franz se arrodillaron delante del caballo muerto, y empezaron a cortar la carne.
Cuando terminaron, el morral de Sergheî y el estuche de la máscara antigás de Franz estaban llenos de carne de caballo. Los soldados se levantaron y dijieron:

-Es tiempo de volver con nuestros camaradas -dijo Franz.
-Tienes razón -dijo Sergheî. -Buena suerte, espero que puedas volver con tus seres queridos.
-Lo mismo para ti.

Los soldados se dieron la mano, y se dirigieron hacia donde habían dejado sus fusiles y cartucheras. Luego de haber recogido su impedimenta, tomaron el camino de vuelta a sus unidades. Franz y Sergheî salieron del pueblo a las 730 horas, y llegaron a las actuales locaciones de sus unidades sin ningún problema.

Franz se enrumbó hacia el bosque. Luego de dejar atrás el pueblo por el camino que iba hacia el norte, él trepó la colina y se volvió para mirar el pueblo.
Se sintió tan afortunado por haber sobrevivido a este impase, que se puso a rezar. “Dios, gracias por darme un día más de vida. Por favor, ayúdame a sobrevivir esta absurda guerra y a volver vivo con mi novia y mis padres. Amén”.
Luego de terminar su oración, Franz bajó de la colina y continuo su camino hacia el bosque. Una vez junto al lindero de este, él miró su reloj antes de entrar: eran las 815 horas.
Mientras Franz entraba al bosque y se acercaba al vivaque, Rolf vigilaba la senda que salía de este oculto detrás de un arbusto de frambuesas. “Me pregunto que estará haciendo Franz ahorita mismo. Espero que no le haya sucedido nada malo ¡Un momento, lo estoy oliendo en este instante!”. Cuando Franz se acercó al arbusto de frambuesas, sintió el olor de Rolf.
“¡Compadres, ya llegué!”. Pero Rolf solamente alcanzó a decir desde el arbusto:

-¿Para que luchas?
-¡Para salvar mi pellejo! -contestó Franz.

Rolf se levantó de detrás del arbusto llevando su MG 34 en sus manos. Se dirigió hacia Franz y le palmeó la espalda. Inmediatamente le preguntó sobre la misión:

-¡Desembucha cuñao! ¿Qué viste en ese pueblo miserable?
-¡Oh, nada especial! Unas cuantas casas cañoneadas, un caballo muerto y ningún rastro de los rusos.
-¿Estas seguro? Uno de tus bolsillos huele a mahorka, y solamente Dieter y los soldados rusos fuman ese tabaco.
-Bueno, la historia que te voy a contar debe quedar solamente entre nosotros dos...

Y Franz le contó a Rolf todo el incidente con el explorador ruso en el pueblo, incluyendo la historia que este le contó.
Como prueba, Franz le enseñó los artículos que había intercambiado con el explorador ruso y los trozos de carne de caballo. Rolf estuvo de acuerdo en guardar el secreto, los dos amigos se dirigieron hacia el vivaque.
Allí, Franz fue alegremente recibido por el Teniente y los demás miembros del Kommando:

-¡Buen trabajo, Franz! -dijo el Teniente Hartmann.
-¡Lo lograste! -dijieron Hans y Werner.
-¡Buena, Franz! -dijieron Wilhelm y Dieter.
-Gracias Teniente, gracias muchachos. No pensé que iba a salir vivo de allí.
-¡Muchachos, esto debe celebrarse con un schnapps hecho en casa! -dijo Karl.
-¿Schnapps hecho en casa? ¡Cielos, no he bebido algo así desde el proceso de la Corte Marcial! -dijo Wilhelm.
-Okay, traigan todos sus tazas aquí -dijo Karl.

El Teniente Hartmann sacó de su mochila una botella de schnapps hecho en casa, la abrió y sirvió el trago a cada soldado. Luego el se sirvió su porción, y brindó con los soldados:

-¡Por el fin de la guerra! -dijo Karl.
-¡Por el fin de la guerra! -dijieron los soldados.

El Teniente y sus hombres golpearon sus tazas de acero, y lentamente bebieron el schnapps. Luego Karl le preguntó a sus hombres:

-¿Qué les parece el schnapps hecho por mi padre?
-¡Exquisito! -dijo Rolf.
-¡Uno de los mejores schnapps que he probado! -dijo Dieter.
-¡El schnapps de su padre es lo máximo! -dijieron Wilhelm y Hans.
-¡Se merece una medalla de oro! -dijieron Franz y Werner
-Gracias, no pensé que este schnapps iba a tener tanto éxito con ustedes.

Cuando todos terminaron de beber su taza de schnapps, Hartmann llamó aparte a Franz para elaborar el reporte de la misión. Franz se acercó a la piedra sobre la cual estaba instalada la radio, y el Teniente empezó a hacerle preguntas mientras tomaba notas en un papel:

-Bueno Franz, dime cual es la situación en el pueblo.
-No hallé rastro de tropas rusas allí, Señor.
-¿Eso indica que el camino está libre para mandar los tanques y las tropas?
-Totalmente, Señor.
-Okay, eso es todo. Puedes retirarte.
-Gracias, Señor.

Luego de que Franz se fuera, Hartmann llamó a Dieter:

-¡Dieter, ven aquí! Necesito enviar un mensaje a Schwarzenstein sobre la situación en esta área.
-Voy en camino, Señor.

Dieter llegó prontamente, y encendió la radio. Entonces, Hartmann le dictó el mensaje:

-Envía esto: “Misión cumplida. Sector libre de actividad enemiga. Vía libre tanques y tropas. Firma, Teniente Hartmann”.

Dieter rápidamente codificó el mensaje, y lo envió.
La respuesta llegó al instante. Luego de decodificarla, esta decía: “Buen trabajo, Hartmann. Caballería e infantería en camino. Firma, Coronel von Schwarzenstein.
Luego que Karl leyera el mensaje, dijo:

-Dieter, recibe todos los mensajes y ten a la mano tu mochila, casco y arma. Quizás nos tengamos que ir en algún momento.
-Si Señor.
-Para todos los demás, tengan su impedimenta a la mano. Tal vez tendremos que dejar este lugar -dijo Hartmann a los demás soldados.

Cuando Hartmann se fue a juntar su impedimenta, Dieter llamó a Franz:

-¡Hey, Franz! ¿Me podrías devolver mi MP 40 y mis porta-cargadores?
-Voy en camino -Franz se dirigió hacia donde la radio estaba instalada- Claro, aquí los tienes.
-Gracias. Oye, ¿ese olor de mahorka viene de uno de los bolsillos de tu chaquetón?
-Si, encontré un poco en una casa del pueblo -Franz metió la mano en su bolsillo, sacó su pañuelo lleno de mahorka, y se lo dio a Dieter- Toma, es para ti.
-¡Muchas gracias! Mi tabaco de pipa se había terminado. Una cosa más, ¿podrías cuidar la radio mientras voy a recoger mi impedimenta?
-¡No hay problema!
-Gracias, cuñao.

Dieter se fue a recoger su impedimenta, y Franz cuidó la radio por un rato. Afortunadamente, no se recibió ningún mensaje hasta que Dieter volvió a su puesto.
De pronto, Franz se acordó de la carne que había en el estuche de su máscara antigás. Rápidamente lo abrió y revisó el contenido. Aún estaba fresca.
“Parece que voy a tener que preparar algo rápido con ella antes de que se pudra”.
Así que se dirigió hacia donde había dejado su impedimenta. De la bolsa donde guardaba la comida y los instrumentos de cocina sacó la cocinilla, un balde plegable de 2 litros, una olla de 2 litros, una botella de vinagre, sal y pimienta.
Instaló rápidamente la cocinilla en el mismo sitio donde había estado esta mañana, y puso la olla encima.
Miró su reloj: eran las 900 horas. “Una hora es suficiente para hervir y sazonar la carne”. Luego se fue corriendo hacia el arroyo cercano con el balde, de donde volvió con este lleno. Llenó con solamente un litro de agua la olla, puso adentro la carne, junto con la sal, la pimienta y el vinagre.
Cuando la carne empezó a hervir, el olor atrajo al Teniente, Rolf, Werner, Wilhelm y Hans:

-¿Qué estás cocinando, Fuchs? -preguntó Hartmann.
-Carne de caballo para los sánguches. Como estamos a punto de irnos, pensé que un plato rápido sería apropiado para la situación.
-¿Y cuándo estarán listos? -preguntaron Rolf, Werner, Wilhelm y Hans.
-Dentro de poco ¿Podría alguien ayudarme a cortar lo que queda del pan?
-¡Yo! -dijo Hans.
-Okay, ven aquí y corta algo de pan, por favor.

Hans fue donde la “cocina” y empezó a cortar lo que quedaba de pan. Pero Dieter oyó la conversación, y gritó desde su puesto:

-¿Cuando los sánguches estén listos, podría alguien traerme uno, por favor?!
-¡Yo me encargo de esto! -dijo Wilhelm.
-¡Gracias!
-¡De nada!

Hasta que la carne estuvo lista, Dieter recibió y decodificó unos cuantos mensajes. La mayoría de ellos hablaban sobre movimientos de las tropas de ambos bandos. El Teniente Hartmann leyó todos los mensajes decodificados, y se puso a pensar sobre el curso que iba a tomar la guerra. Al poco tiempo, la carne estuvo lista y los dos cocineros prepararon los sánguches.
Hartmann y los soldados se dirigieron a la “cocina” para recoger sus sánguches. Pero antes de que reciban su almuerzo, Dieter recibió el tan esperado mensaje:

-¡Señor, venga rápido! ¡Esto es importante!
-¡Voy en camino! -dijo Hartmann.

Hartmann corrió hacia la radio, y leyó el mensaje decodificado.
Este decía: “Necesitamos su ayuda. Resistencia rusa encarnizada afueras Vyasma. Unas tropas atrapadas en ciudad. Firma, General Kurtmeier”.
Karl consultó sus mapas de nuevo, y envió un mensaje a Kurtmeier. Después, envió un mensaje a un amigo suyo que estaba a cargo de una división de transportes. Le preguntó si podía llevar a su unidad hasta Vyasma, y recibió una respuesta afirmativa.
Después volvió a consultar sus mapas y gritó:

-¡Muchachos, nos largamos de aquí! Tenemos que encontrarnos a 5 km de aquí con una columna de transporte que nos llevará a Vyasma. Allí, los muchachos de Kurtmeier tienen unos problemas con Iván.
-¡Sí, señor! Espere un ratito hasta que recibamos nuestro almuerzo -dijieron los soldados.
-Okay, pero apúrense.

Dieter apagó la radio y la empacó para el viaje, luego corrió a recoger su sánguche.
El Teniente y los soldados recibieron sus sánguches de caballo, y los guardaron en sus gamelas. Luego, Franz lavó rápidamente los utensilios de cocina y los guardó en su bolsa.
Cuando todos los soldados estuvieron cargados con sus mochilas, equipos y armas, Hartmann dijo:

-Okay muchachos, esfumémonos de aquí antes que Iván nos esfume.
-¡Sí, Señor! -dijieron todos los soldados.

Y nuestros soldados dejaron el bosque silbando bajito una canción militar llena de dobles sentidos y lisuras.
Llegaron a la estepa a las 1100 horas, y caminaron hacia lo desconocido.
Ninguno de ellos estaba seguro de lo que traería el futuro. Un día más, otra lucha más... pero con cada lucha sin pérdidas, se sentían más cerca de sus seres queridos

FIN

|No han caído bombas